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martes, 17 de febrero de 2015

capítulo 5 - español


                                     

 
            Deunpunto Alotro Diario 5









   Es por la mañana cuando llegamos a Bandar Abbas, la costa es clara y amplia en el Golfo Pérsico, vemos barcos pecadores, cargueros, pero también vemos las islas... Una está por encima de todas las demás, esta está llena de colores y en nuestra primera visita aquí, nos hizo soñar. Imposible, por lo tanto, no volver, que gusto estirar los pies en estas tierras salinas de nuevo. Dirección isla de Hormuz, una rareza de impresionante belleza, la solución salina de una ¡¡isla de mil colores!!

  En la plataforma, esperando el barco, nos encontramos con dos chicas y un chico de Teherán, van a acampar unos días en esta isla mágica. Nos ofrecen llevarnos en coche a su campamento en la playa. Tras una breve parada en el supermercado en el único pueblo de la isla, comenzamos la primera noche, acampando con los chicos de Teherán y sus amigos de la isla. Una gran Reunión con músicos que tocaban canciones tradicionales, compartimos músicas y descubrimos un nuevo instrumento de Irán, el “do tar” (dos cuerdas), la magia de la isla comienza a operar...
Es de noche cuando llegamos y sólo se ve la línea desdentada de las montañas, negras por la oscuridad que sugiere un suntuoso paisaje. Para Thomas y Guiller, es fácil ver la grandeza de los alrededores, pero para Manue, esta era su primera visita y descubrió las fachadas salinas, rojo, cumbres que se elevan como una barrera para proteger el tesoro de una isla misteriosa.

    En el camino hacia el desierto, la parte interior de la isla. Nuestro objetivo está en el centro, con las mejores vistas a la isla, The Blue Mountain nos espera. Después de cruzar unas tierras llanas, a veces agrietadas, a veces de arena, llegamos a los pies de un paisaje que podría ser el planeta Marte. La roca es entre rojo y marrón, con pozos profundos en el suelo hasta el punto de que uno se pregunta cómo caminar. Decidimos seguir el curso de un río, lo que nos lleva a una capa blanca inmaculada de sal seca en medio de estas paredes decoraciones de color ocre. Bajo nuestros pies, sientes las capas de sal crujir como si las personas, nunca, nunca la hubiesen pisado.
A veces, nos vemos como descubridores de montañas que nos dejan ver por primera vez sus capas de minerales con sal de colores azules, morados, verdes, amarillos... El silencio es absoluto. Se debe tener cuidado al caminar porque nuestro camino está salpicado de agujeros que se podría pensar que el infinito está a nuestros pies, con vistas al corazón y la intimidad de la isla. Nos encontramos con una cueva en la que entramos de belleza sicodélica. Más tarde volvimos a nuestro nuevo campamento, para observar más de cerca el espectáculo íntimo y sorprendente, que este lugar y el sol poniente nos ofrecía. Encontramos un espacio plano para poner la tienda, para luego deleitarnos con las vistas nuestra meta, La Montaña Azul.

Al día siguiente, tenemos que volver a la aldea por falta de víveres, el clima por el día es caliente. Nos repusimos de alimentos y agua, ahora estamos preparados para la subida a la montaña azul hermosa e impresionante. Volvemos a través de la única carretera que cruza la isla. Las noches son frescas, pero son tranquilas y silenciosas, bajo la atenta mirada de Orión. Acampamos a las faldas de tan bello pico.

Plegamos el campamento, y nos dirigimos al punto de salida. Dejamos las maletas a sus pies. El suelo es muy inestable porque está hecha de pequeñas rocas y piedras porosas que se desprenden fácilmente bajo nuestros pies o las manos. Estamos en pleno ascenso de la montaña que contrasta enormemente con el paisaje rojizo por su color azulado. A 2 metros de la cumbre, Guiller se da cuenta del peligro que representa llegar a la cima sin seguridad. El ascenso de esos dos metros es casi imposible, pero el descenso era impensable en esas condiciones. Por lo tanto, decidimos darnos por satisfechos hacer el anillo de la cumbre y disfrutar las impresionantes vistas de la isla y en el horizonte el mar. 


                   Nos dirigimos al otro lado
                   de la isla en busca de
                   una playa paradisíaca de
                   la que nos habían hablado...
                   Pasamos por medio de
                   un paisaje que se habría
                   construido para gigantes,
                   es divertido ver la cantidad
                   de diferentes colores que
                   pueden tener las montañas,
                   una blanca, una roja, otra
                   amarilla, todas juntas una al
                   lado de la otra, aun así bien
                   definidas, sin mezclar.


   Cada tarde, al atardecer, nos complace ver aparecer pequeños seres de la isla en la dentada cresta de las montañas.


Poco a poco, al caer la noche,
las montañas comienzan a tomar otras formas, la forma de las caras. Esa noche, acampamos bajo una la Vía Láctea vestida de gala, en pleno esplendor, acompañado de personajes de dibujos animados, un cocodrilo, un dinosaurio y una cabeza de tigre.
     No hemos encontrado 
     la playa misteriosa,
     pero nos hemos ido a
     descansar a una playa
     de arena roja,
     coloreando la junta
     de agua y la ropa
     en el proceso.
     Entonces nos
     comprometimos a ir
     a visitar a nuestro
     amigo Alí, que trabaja
     en el centro de la
     investigación marítima.
     Fue sólo al día siguiente
     cuando le pudimos ver  
     tras haber pasado la
     noche al pie del
     centro, en una increíble
     cala en la que hicimos
     una hoguera gracias a
     unos trozos de madera
     generosamente traídos
     por la mar.
     Pescado fresco a la
     plancha y el té, que ya
     es hora de ir hacia el
     muelle para nuestra
     vuelta al continente,
     la cabeza y el corazón
     soñador...
     Una isla para la magia y las maravillas.



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